Al principio, a todas estas músicas se les llamaba jazz: blues, tango, fado, flamenco o copla. Claro que hay distinciones pero, por ejemplo, entre la copla y el flamenco hay más continuidades que diferencias.
Aquí está Ruido Clavel, no habría mucho más que explicar. La voz soprano de Helena Amado (O’ Sister!) se estremece tanto como el ruido elegante y calmado del guitarrista noise Pedro Rojas Ogáyar (Proyecto Ocnos).
El rojo clavel es una flor extranjera que llegó a la Península Ibérica desde el Egipto Menor en una boda «gitana» de emperadores. Los Rrom tenían memoria de príncipes y ya los maraban a palos. Pero empecemos por el principio. Primero era tonadilla, después copla, en
después, copla andaluza. Pero, antes, era ¡cuplé sicalíptico! y su reina Pastora Imperio. Todas esas mutaciones se producen por aflamencamiento, que no es una métrica ni una manera concreta de pronunciar las letras sino un cambio en las condiciones de producción
material. El flamenco siempre acaba por abajo. El maestro Morente decía que degenerar era la única manera que sabían los pobres de regenerar el género, valga la redundancia. El agua que no corre se estanca. Tiriti trans.
¡Viva Nuestra Señora del Tránsito!
Helena Amado, voz y percusión
Pedro Rojas Ogáyar, guitarras experimentales